Carlos Fernández de la Cruz | 25 de abril de 2019
Se descarta la construcción de infraestructuras clave como los trasvases y los embalses.
El 31 de marzo de 1979 se autorizó el primer envío de agua desde el río Tajo hasta el río Mundo. Así quedaba inaugurado el trasvase Tajo-Segura, una impresionante infraestructura de 292 km de longitud que permitió a las zonas de Murcia, sur de Alicante y este de Almería convertir su agricultura de subsistencia en la mayor industria agroalimentaria de Europa.
Hoy el trasvase Tajo-Segura es una obra de absoluta actualidad, la arteria por la que transita el caudal de vida y progreso de Murcia y sus zonas vecinas. El 60% del agua que traslada es destinada al consumo humano y el 40% a la agricultura, principal sector industrial de esta región, el cual supone el 21% de las exportaciones hortofrutícolas de toda España, utilizando solo el 3% del agua que discurre por el territorio nacional. Estas exportaciones se traducen en un valor de más de 2.500 millones de euros para la región y en cerca de 100.000 puestos de trabajo directos y 30.000 indirectos en Murcia, Alicante y Almería, que dependen de la subsistencia de esta infraestructura.
El agua es la materia prima de la que se vale el Sureste español, una materia prima muy cara cuyo precio establece el Régimen Económico de la Explotación del Acueducto Tajo-Segura, regulado por la Ley 52/80. La tarifa incluye el coste de las obras, los gastos fijos de funcionamiento y los gastos variables de funcionamiento.
El Sureste español exprime al máximo la poca agua que tiene, por lo que toma como elemento esencial del ciclo natural del agua la reutilización de las aguas depuradas
Desde el 1 de enero de 1986, las cantidades obtenidas se destinan a Castilla-La Mancha, Madrid y Extremadura. Las transferencias realizadas a estas comunidades entre 1986 y 2015 ascienden a unos 282 millones de euros, cuyo valor actualizado es unos 418 millones de euros.
Según la Ley 52/80, la recaudación obtenida se ha de aplicar a infraestructuras hidráulicas en las provincias de la cuenca del Tajo y las de tránsito del acueducto que no sean receptoras de agua, y al estudio y ejecución de nuevos trabajos de regulación, captación y uso combinado de aguas superficiales y subterráneas e implantación de ahorro de agua. Según esto, el dinero tenía un claro carácter finalista y debería haberse destinado a corregir carencias de infraestructuras de pueblos ribereños en Castilla-La Mancha pero, hoy día, hay quien ve pasar el Tajo por la puerta de su casa y no dispone de agua potable, por lo que parece que lo pagado no se ha utilizado con la debida diligencia para ese propósito al que estaba destinado.
Debido a su alto precio, el Sureste español exprime al máximo la poca agua que tiene, por lo que toma como elemento esencial del ciclo natural del agua la reutilización de las aguas depuradas. Murcia es líder en este aspecto, pues, cuando la media española apenas sobrepasa el 20% de reutilización, esta región prácticamente llega al 90%.
Uno de los desafíos más importantes que tiene España es la desigualdad existente con este bien de primera necesidad. Sobre todo porque en el futuro se espera un aumento de sequías debido al cambio climático y los trasvases deberían jugar un importante papel en esta lucha contra la desertificación. Hay ciudades en las que no sería posible ver salir agua del grifo sin trasvases que lo permitieran, como en Barcelona con el trasvase del Ter al Llobregat y Bilbao con el Zadorra-Arratia. También los trasvases ayudan a mantener parajes como el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, llevando agua por el Tajo-Segura hasta el río Cigüela a 92 km de distancia. Por esto es incomprensible la actitud de quienes quieren hacer del agua un elemento de disputa, olvidando que el agua es un bien de dominio público y, como tal, es de todos y cada uno de los españoles por igual.
Pero, tras este 40º aniversario, se prevé un futuro incierto y más desde las conclusiones de la subcomisión creada por el actual Gobierno, donde se niega que en nuestro país haya “cuencas deficitarias”, calificándolas como “cuencas que están sometidas a presiones antrópicas que están por encima de sus posibilidades de recursos, inclinándose por la desalación y la autosuficiencia por encima de los trasvases”.
Estas conclusiones proponen descartar en el futuro la construcción de infraestructuras clave, como los trasvases y los embalses, primando la regionalización del agua y la «autarquía hídrica» frente a una verdadera planificación hidrológica nacional, poniendo en peligro el desarrollo social y económico de las regiones afectadas por la escasez de agua.
En cuanto a la desalación, se ha de ser prudente, pues esta ha de ser un complemento y no una fuente principal de agua, tanto por la calidad del producto como por razones medioambientales. Estudios recientes dictaminan que las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) relacionadas con la agricultura aumentarían en un 30%, con una sustitución del 26,5% de las fuentes tradicionales de agua empleadas por agua de mar desalinizada.
Es imposible la autosuficiencia hídrica en las cuencas del Segura y el Júcar con unos déficits anuales de 400 y 250 hm3, respectivamente (pese a que se cuenta con el trasvase; sin él, el déficit se duplicaría). Lo más sencillo es llevar agua de aquellos sitios donde sobra a donde falte, siempre que ello sea posible. No olvidemos que existen cuencas con excedentes, como la del Ebro, con 2867 hm3 anuales.
Así las cosas, soplemos las velas celebrando el 40º aniversario de este milagro de la ingeniería que es el trasvase Tajo-Segura, y esperemos que cumpla muchos más. Lo contrario condenaría a la más profunda de las ruinas al Sureste español.